miércoles, 25 de septiembre de 2013

En el cielo no hay alcohol



Juan Antonio Castillo era un músico español. Formaba parte de un grupo, Pabellón Psiquiátrico, para el que componía y cantaba. En 1992 el grupo se separa y decide ir por libre. Su nombre artístico a partir de entonces sería Juan Antonio Canta. Debió ser un tipo interesante. Tenía un irreconciliable lado bohemio: iba de aquí para allá tocando y cantando, en un sitio y en otro, con su pelo enmarañado y sus gafas de culo de botella, a veces se dejaba bigote solo en la mitad de la boca. Llevaba una expresión seria y distraída, taciturno, pero muy inteligente, y con un curioso sentido del humor. No tenía una gran voz, pero sus canciones eran extrañas, surrealistas, divertidas. 

Una de sus canciones hablaba de un hombre cuya mujer muere en un submarino y que yace en el fondo del mar. El pobre tipo se acuerda de ella cada vez que como pescado. Otra habla sobre la desolación que le causa Madrid a un hombre de provincias. Otra, sobre su amor platónico, Catherine Deneuve. Yo la recordaba en 'Repulsión' de Roman Polanski, siendo atacada por manos que salían de los muros y degollando pobres diablos. Una de las canciones que creó se llamaba 'La danza de los cuarenta limones', no tenía demasiado sentido. Un día, un tipo de la tele le escuchó cantarla y pensó que sería divertido ver a Juan Antonio tocarla en todos sus malditos programas. Lo metió en un plató y lo rodeó de bufones disfrazados y mujeres con poca ropa revoloteando alrededor de él. Cantaba hierático entre los monstruos de circo de la tele. Debió de ser un verano de pesadilla. 

Su historia me hace saltar atrás en el tiempo y acordarme de La Última Cacería de Kraven. Es el título de una de las historias más aclamadas que se hicieron nunca sobre Spiderman. En 1987 el escritor J.M. Dematteis escribe esta historia, donde Kraven el Cazador, denostado villano de Spiderman, decide derrotar al héroe antes de quitarse la vida con honor. Kraven el Cazador nunca lo tuvo fácil.

No era un villano especialmente carismático: Kraven no mostraba la imponente locura del Duende Verde, que fue capaz de desenmascarar al héroe o matar a su amada. Tampoco tenía la inteligencia o la presencia del Doctor Octopus. Kraven, uno de los primeros villanos del hombre araña, era un tipo de la selva que se enfrentaba a Spiderman con lanzas, o redes, o trampas para animales, mientras llevaba unos ceñidos pantalones con un estampado de leopardo y un terrible chaleco con la cara de un león. Kraven el Cazador era lo que se dice un freak.

El término freak se adaptó pobremente a España deformándose en 'friki'. Aquí llamábamos frikis a todos los capullos que salían en televisión haciendo idioteces. En los 80 y 90 se llevaban mucho. Había un palurdo desdentado que contaba chistes malísimos que no se entendían, y otro palurdo desdentado y además jorobado, que no sé que hacía, simplemente iba allí y decía que era homosexual y cosas así, y también un transexual que se creía una diva. Los tipos de la tele decidieron meter a Juan Antonio en ese saco. Juan Antonio cantaba una canción, la canción de los limones, y con eso se quedó para siempre. Tiraron a la basura su humor melancólico y le volvieron loco. Era el hombre de los limones, un tipo que salían en televisión, un chiste, un gag, un pelele. Juan Antonio pierde así su propia identidad. No está seguro de haber hecho más canciones, no está seguro de haber existido antes de eso, no es capaz de razonar qué hay más allá de aquello. 

Pero antes, antes... Kraven el Cazador deja sin sentido al hombre araña y lo entierra vivo. Se pone su traje y empieza a suplantar su identidad vigilando Nueva York por las noches. Kraven no ve al hombre, sólo a la araña. Es un orgulloso cazador de la vieja Rusia. Establece que todo ser viviente tiene una Araña en algún momento de su vida. 

Cada hombre, cada mujer, cada nación, cada época tiene su Araña. Tú has sido la mía. ¡Qué gran peso! ¡Qué gran... honor!

Esas fueron las palabras de Kraven el Cazador. Spiderman sale de su tumba, lucha con Kraven, el villano lo tiene casi derrotado, pero le deja marchar. Ha comprendido: se ha enfrentado a su Araña. Me pregunto, todavía, cual fue la Araña que tuvo Juan Antonio. El héroe se marcha y Kraven, lleno de honor, se mete una escopeta en la boca y dice adiós al mundo. El cómic fue publicado en 1987. En ese mismo año, Pabellón Psiquiátrico publican su primer disco. En su portada, aparece Juan Antonio, con un maquillaje que simula su cara desgarrada, apoyando una escopeta contra su boca. ¿Qué quiere decir todo esto?

En 1987, Kraven el Cazador se vuela la puta cabeza.

Años después, Juan Antonio Castillo se ahorca en su sótano.

Me resultaba triste pensar que uno era el vencedor y otro el vencido. Nunca llegué a saber si el artista encontró a su Araña y la derrotó antes de morir. Todos tenemos una Araña, un objetivo a batir, un fantasma que tarde o temprano debemos dejar de escuchar, hacer que se desvanezca, pasar por encima de él. Es un misterio si aquel hombre, como Kraven, lo consiguió. Quizás dejó un legado y consiguió hacerse escuchar después de muerto, venciendo así a sus monstruos. Quizás después su identidad quedó despejada. Quizás no fue derrotado por su Araña después de todo. Aunque solo dejase silencio.

"Acuna las almas perdidas de los que pensaron que había que apostar por lo que no se tenía", dijo él.

1 comentario:

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