sábado, 3 de agosto de 2013

El largo adiós


Cucarachas. Las cosas tienden a esfumarse o descomponerse hacia arriba o sobre sí mismas. Un evento extraño, algo que se supone que no debería estar ahí, una creación desubicada, formada por pedazos de sombra y bebida barata, así me encuentro yo esta noche, tan fantasmal, con la sangre esparciéndose por todo el callejón.

Ha dejado de ser divertido, una fábula, un juego del gato y el ratón. Recuerdo las fiestas de antiguos amigos y el champán, los restaurantes frívolos, los paseos a la luz de la nada. Los estridentes silencios que amartillaban mi cabeza. Debí ahogarme en el Hudson hace mucho, muchísimo tiempo, pensaba aquellas veces. Y cuando dormía en el salón, algo me acechaba debajo del suelo y de la tierra. Dejé de pensar, de ver a la gente después de odiarla. Sus comentarios, sus ataques disfrazados, toda su basura cayendo sobre mi cabeza. 

Pero ahora se desvanecen igual que yo lo hice. La cosa que repta debajo es mejor que aparecer y desaparecer con cada parpadeo tuyo. Unas veces vengo, otras no estoy. ¿Recuerdas lo que decía aquel poeta? "yo sé que existo porque tú me imaginas". Pues bien, yo estoy realmente jodido entonces. Borrado de la puta existencia, ¿lo comprendes? Y aquí viene, al fin, lo que repta. Veo como inunda el callejón de mentiras dulces y cucarachas. 

Solo podía encontrar rechazo y silencio. Y ahora... ahora soy la atmósfera y el verde. O un muerto en un callejón. Humo entre edificios. Caminando entre los cristales. La gente grita en la calle. No solo los monstruos reptan. No solo ellos provocan terror. El que repta llega por fin y se mete en mis entrañas. Y no encuentra nada.