sábado, 14 de septiembre de 2013

Retrovisor






Supongo que las cosas funcionan de otra forma y en otro sentido ahora. Te veo por el retrovisor como en aquella canción. Ha pasado un relativo tiempo y todo funciona hacia el lado contrario. A lo lejos, una especie de perro salvaje. Eso es lo que veo ahora en mi cabeza. Un maldito animal que muerde y arranca las pieles. Y eso es obviamente lo que siempre quise ser. ¿No es comprensible? Imagínate, un animal, un espíritu de las montañas y los bosques, desde el principio de la existencia hasta su triste final, ajeno a ti por suerte, ensamblado y construido a partir de viejos animales y fantasmas en extinción. 

Soy arañas y carneros y perros escondidos, soy hojas y árboles y el terror de la noche, el agua que fluye y que parece un lamento de los muertos, la mierda contaminada que te corre por el gaznate. Porque nunca conseguí estrecharte contra lo poco que queda existente de mí. Porque solo así encuentro las palabras. Todo se acaba en un punto previamente pactado y malformado. He conseguido ser un tipo decente, pero aún así veo tus trucos. Veo al otro tipo. Y me desprendo del asfalto y la tierra de los humanos, y solo siento desapego, la palabra que nació para estar unida a ti.

Monstruos y sangre, ácido de batería. La ciudad me acoge entre sus alas de murciélago y su tos, pero algo va relativamente mal. Eres tú, el engranaje que lo desmonta todo. Eres tú, lo que el café y el insomnio ven en la aurora. Siento como si bajo mi piel fuese otro tipo. Superior, metódico, cínico. Y solo te veo por el retrovisor, girando la cabeza, como una sombra del tiempo pasado, como polvo de estrellas.

Borracho hasta morir. Muerto por fin. ¿Era ese el objetivo, la muerte metafórica y poética del tipo que una vez fui? Una muerte poética que desencadena un desapego y un Año Uno en la ciudad. Todo se descompone y se vuelve nuevo. Tu ya no me quieres oír ni hablar y el mundo se construye otra vez y no soy necesario, y tú tampoco. Todo se vuelven muros de carne e intentos de simpatía. Todo es un nuevo lugar, una membrana, un renacer. Perdona si desaparezco, pero es la verdad, y todo se desmorona y muda de piel mientras versiones de nosotros, pasadas y futuras, se levantan otra vez para enroscarse, tú con mejor fortuna que yo, pero renaciendo al fin y al cabo. El Otro, mi otro yo, la otra realidad, emerge y se disecciona a sí misma.

 Y no encuentra motivos para quedarse.