lunes, 5 de agosto de 2013

Desapego


Dicen que hay otros mundos. A todos nos gusta pensarlo. A mí, en el fondo, me reconforta. Hay preguntas en este mundo, que en los otros pueden deformarse, cambiar, camuflarse, y así traer una respuesta. Porque aquí a veces no hay respuesta, ¿no crees? Aquí a veces solo contestas con silencio, o con otra pregunta, o con algo que dista de ser la respuesta buscada. Es terrible la falta de respuestas. Sobretodo cuando sigues buscándolas después de que el mundo crea haberte contestado. "El mundo", ¿ves? Me refiero a ti. Otro mundo con sus reglas y simetrías. Con sus leyes estrellándose contra mis leyes. Insalvables, llamados a colisionar. Basta que uno rechace la armonía. Mi mundo, el de monstruos y fantasmas. El de sombras y celos, el de agujeros de gusano y mares negros. Mi mundo, que no es un planeta sino una estrella roja. Una obra inacabada, una granja de hormigas. Y el tuyo, una casa de muñecas, una estrella distante. 

Ahora mismo todo colisiona y la basura flota ingrávida. Comprendes toda la metáfora de la colisión, los paralelismos y todo eso, ¿verdad? Llevo tanto escudándome en la ciencia-ficción para explicar todas estas mierdas que ya es difícil separar las cosas. Y es que es cierto que hay muchos mundos de distancia entre medias. Y yo soy un mundo gris para ti, como todos los otros. Después de explorarlo y comprenderlo lo has puesto al nivel de los demás. Lo has devaluado y convertido en un punto en un mapa viejo. Transparente y lejano. Nada luminoso. 

Existen más de un millón de metáforas y situaciones hipotéticas para explicar ese sentimiento. ¿No está ahí la gracia? Encontrar las palabras entre un montón de líneas monótonas llenas de dobles sentidos, darse cuenta de la intención final debajo de ese disfraz de palabras complejas. Siempre es difícil no meter un montón de tópicos de mierda. La mayoría de textos sobre amor o desamor son una completa basura. Siempre acaba siendo frívolo. Demasiado universal y ambiguo como para tomarlo en serio. Quizás por eso meto toda la historia del vacío y el frío del espacio, porque puede, más o menos, enmascararse. Pero nada me vale ahora. 

¿Hay otros mundos? Si los hay, en este no tengo palabras. Por eso quiero irme. Por eso últimamente no tengo malditas ganas de verte. Ni de cerca, ni en la cada vez más larga distancia, ni en tus fotos en bikini. Esconderme, retroceder, crear refugios, reglas propias, leyes imaginarias, distancias. Distancias. Sé que las quieres. Mientras yo veo como las cosas se queman. ¿No lo ves tú también? Cuando nos hacemos desaparecer por arte de magia, nos partimos en dos, nos convertimos en otras cosas. Todo pierde el sentido y las respuestas no son tal cosa. No, las respuestas se vuelven más bien en... seres independientes. Formas de vida caóticas, cancerígenas, que juegan contigo y te devuelven al mismo instante en que planteaste la pregunta. Y la pregunta a su vez es un veneno. La forma en que desencadena un pensamiento fatídico. Una lluvia de reproches y sentencias de muerte, eso viene después. Al final solo queda buscar la cura contra el desapego. Después de agarrarte a objetos frágiles y clavos ardiendo. Porque en el final nuestros mundos colisionan a la inversa, perdiendo el camino a toda velocidad. Y entonces ni sabemos si somos otros mundos o metáforas o líneas en un papel, o intentos torpes de recrear un buen punto atrás en el tiempo. 

Dicen que hay otros mundos. Dices que hay otros mundos, que todo es normal y que esto no es malo. Dices que todo va bien, mientras rezas porque me lo crea, y la ciudad se quema detrás.