sábado, 28 de diciembre de 2013

Vashta Nerada


Todo me aburre. Me carcome por dentro, lentamente, pero sin descanso, sin vuelta atrás. Me aburre tu frivolidad y tu lucha por creerte real. Me aburren tu indiferencia, tus maneras y tu presencia. Tengo un problema, creo que veo a través de la piel. Veo los pulmones, el sistema nervioso, los huesos, todo. Y llega el momento en el que no veo más que carne roja y triste por las calles. Hoy tampoco soy amigo de nadie.

Mi percepción de las cosas ha aumentado enormemente. Capto el olor de las arañas, que se esconden en las grietas de las aceras, en las barras de los bares, en los agujeros de tus paredes. Y no puedo con ello, porque cada vez hay más. Hay algo en el aire que se te prende en el pelo, y ya no veo más hermosas melenas al viento. Detrás de tus pupilas sólo veo máquinas y llantos. Máquinas. Esta noche, en la mayoría de canales de la tele del hotel, aparece gente haciendo el amor con máquinas. Entre los asientos jironados tras el metal retorcido, lamiendo tubos de escape, agarrando cables y gomas y pelo quemado. En los canales restantes, un predicador canta en un matadero. Él también tiene arañas. 

Estoy en una ciudad edificada como una superposición de ciudades muertas. Ciudades viejas, rotas y frías de ayer, que no aparecen en los libros ni en los mapas de carretera, y ciudades del mañana, blancas, plásticas, radioactivas, de países que aún no han nacido. Y no hay luz ni lluvias porque es una simple ensoñación. Recuerdo cuando decías que eras el fuego y la vida encarnados. Pero después de tanto humo y silencio, sólo veo, en cada rincón, carne viviente y quemada. Todo me aburre. 

Me angustia pensar que ahí fuera estás existiendo, junto con las arañas y las máquinas y la basura. Cada vez hay más. Y yo, encerrado en estos muros, le estoy escribiendo una carta a la más amplia y aterradora forma de la inexistencia. A ti, a tus huesos translúcidos, a tu condescendencia y tu deshielo, a la inhumanidad, a la nada. La nada, que se come las entrañas, la nada, que contamina el aire, la nada, que intenta expandirse entre la vida y la ficción, la nada que golpea y mata, y a la que yo tanto odio.