jueves, 11 de abril de 2013

Matanza Máxima


Ese tipo de silencio que te violenta y te destroza, ¿sabes cual es? Un fénix que muere en la luna, que renace en cualquier lugar porque es vida y muerte encarnada y toda esa historia. Éxtasis de otro planeta que te vuelve ficticio. Desciendes al centro de la Tierra donde los esqueletos cantan y luego asciendes a una forma de vida superior, una mutación continua, tu cerebro se transfigura continuamente y la realidad es tangencial y se mete en ti como por accidente, cuando llegas a un momento en el que el sentido de las cosas es opcional, porque todo son vibraciones y agujeros de gusano que se conectan de una parte a otra del espacio, arena en los pulmones, cafeína, defensa y curación, láser, divergencias, matanza socrática. 

Un despacho noir en lo alto de una colina. Una estrella roja entra por la puerta, es el brillo de cien planos de realidad superpuestos. Cien femmes fatales distintas repartidas por el tiempo que convergen en una estrella roja plantada frente al escritorio, seccionada por las líneas de luz de la ventana. Algunas versiones fuman, otras son esculturas griegas, otras extraterrestres desarrolladas hacia delante en el futuro, prodigios de biotecnología e implantes cibernéticos que segregan olor a frutas del bosque. Y todas son vida y muerte encarnada y toda esa historia. El agua se llena de átomos que no deberían estar allí y nacen niños con poderes asombrosos. Como una conciencia compartida se unen y con el brillo radioactivo de los ojos hacen que montones de paletos de su pequeña ciudad se claven las horcas y se apuñalen las gargantas los unos a los otros. 

El inspector que lleva el caso aparece muerto en el muelle, lo encuentra un pescador aterrador. Mientras, en un planeta gaseoso, se suceden extraños casos de terraformación. Los futurólogos que estudian el fenómeno auguran pocas semanas de vida al planeta, que en partes aisladas está desarrollando tierra sólida y plantas, y en el resto sigue siendo etéreo, con pájaros de electricidad estática flotando. ¿De qué se alimentarán esos bichos? Dicen que en lugar de volar en bandadas se juntan en un solo ser de energía. Dicen que hay tantos que a veces forman un rostro en la superficie del planeta que puede verse desde el espacio. Ahora la cara gigante hace zigzag entre los pedazos de tierra sólida y los turistas pueden ver un sufrido fantasma deforme. 

Y en la Tierra se siguen desarrollando horribles mutaciones. Una mariposa ha desarrollado un cráneo humano. Dentro de ese cráneo, casi microscópico, se alojan aún más pequeños todos los órganos humanos estratégicamente dispuestos. Pulmones, corazón, intestinos... Las cuerdas vocales se enroscan ingeniosamente entre el cerebelo. La mariposa tiene una voz de tenor asombrosa. Resuelve operaciones matemáticas complejas en segundos. Ha desarrollado incluso telequinésis y se dice que puede manipular las partículas de la realidad... Y aún así, tiene la esperanza de vida de una mariposa. Morirá en poco tiempo. Los expertos están intentando a contrarreloj encontrar una forma de traspasar esa consciencia a un cuerpo humano o a un anfitrión vivo con mayor esperanza de vida. 

Ahora, de noche, mis neuronas libran una guerra civil. El bloque de pisos está en silencio. Las lecturas se acumulan, la cama está deshecha. Una entidad viva flota en el aire de la noche. Una especie de polvo, que lo tiñe todo de un ambiente raro. Va a dar comienzo una matanza intelectual. Muchas ideas van a morir a la noche. Muchas historias desaparecen. Cuando despiertas, hay sueños que se te olvidan en un momento. La vida de la mente es jodidamente violenta. No hay armonía, las ideas se matan entre ellas constantemente. Algunas nunca salen a la luz. Otras salen y mueren enseguida. Hay una pelea constante de conceptos y espejismos detrás de nuestras cabezas. Y lo que sobrevive al amanecer es lo que más miedo da.