No podía ser otra cosa que un día de lluvia. El humo todavía parecía escaparse entre las ruinas de Manhattan. La noche más triste de Nueva York: cuando aprendí a leer los escombros. Vi la casa Richards, los cohetes, las máquinas, su fundación. El trabajo de una vida, prolongada hasta el infinito en un tiempo distorsionado. Recuerdo a la primera familia.
Recuerdo al padre, el doctor Richards, el hombre más listo del mundo. Peinando las canas y extendiendo su percepción hasta el infinito. Un hombre roto, una cáscara vacía. El rosto descompuesto al llorar. Los tubos de ensayo, los papeles, las partículas Pym, el nulificador supremo, volando por el laboratorio a cámara lenta. Testifica contra su único amigo de la infancia. Los ojos de éste, esculpidos por unas manos ciegas, escudriñan tras los barrotes.
Recuerdo a la madre, y cómo llegó a odiarle. Sintió desprecio por el hombre en quien se había convertido. Escupió sobre su tumba. Llegó a sufrir pesadillas, convulsiones. Los brazos de él, que le perseguían en sueños, se alargaban buscando el abrazo. Lloraba quemando las viejas postales. "Visite Attilan". "Elecciones en Latveria". "Recuerde Stamford, Connecticut". Olvidó a sus hijos. Se hizo una con la lluvia. Se despertó y se perdió entre la multitud, haciéndose... invisible. Su hermano, que brillaba con tanta intensidad cuando éramos jóvenes. Cuando él era capaz de romper la barrera del sonido y yo me sentía con tanta fuerza que podía trepar el Empire State. Yo que perdí tanto aquella noche, en el puente de Brooklin. Él, que ahora reza por una combustión espontánea, mientras las ruinas y los fantasmas lo ahogan.
Y sin embargo continuamos. Hace cincuenta años que tengo la misma edad. Pero ya no es suficiente. Quizás no pararemos hasta que no les queden más seres queridos que lanzar al vacío. Quizás haga falta algo más que una nemesis patética, alardeando de carrera criminal. Quizás seamos héroes y ellos polvo. No hay bestia lo bastante hambrienta para devorar tanto mundo, no hay Vigilante cuya mirada llegue tan lejos.
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