Soñé con ser un hombre múltiple. Descomponerme en varios seres, cien versiones de mí mismo. Pero no podría ser, de ninguna manera, un ejército de inseguridades y complejos y miedos enterrados, así que cada uno debía de tener una personalidad distinta a la mía. Cada copia triunfaría en algún aspecto en el que yo hubiera fracasado. Unos podrían ser mentes maestras o triunfadores, o simplemente personas seguras de sí mismas; aunque otros bien podrían convertirse en cabrones violentos y sociópatas.
Tenía curiosidad por ver cómo se desarrollarían en el mundo todas esas copias de mí mismo, como ramificaciones de mi propia existencia, de forma egoísta pensé en hacer míos sus logros, y suyos mis fallos. Si alguno triunfaba podría matarlo y suplantarlo, pensé al principio, pero no sería capaz de eso. Sólo mantendría el contacto y vería el desarrollo de sus vidas. Sería un juego de ensayo y error, ver qué funcionaría y qué no, imitar a mis clones y aprender de sus personalidades, sin saber que venían todas de mi personalidad propia, y sería un círculo vicioso al final de todo. Y estaría viendo sus vidas mientras la mía se quedaba ahí parada. Eran vidas paralelas, al final de todo. ¿Me pasaría la vida mirando las de mis copias?
Sería una opción terriblemente cobarde. Desgastar la vida mirando otras vidas. Prestando atención a otros sujetos. Tendrían mi piel y mis tripas, pero más adentro, mucho más adentro, estarían hechos de un material distinto al mío. Serían tan distantes que los acabaría odiando. Era imposible que fueran almas gemelas a la mía, si es que las copias poseían alma. Serían caparse de clonarse a sí mismas también y el mundo se llenaría de más y más de ellos, y se reproducirían también follando con mujeres a las que yo no conocería, y predicarían su palabra en todas partes, y dejarían su huella en el mundo, y al final por mucho que cambiasen y se distanciasen del original, del alma verdadera, serían tan imperfectos y miserables como cualquiera.
Me obsesionó tanto la idea que creé un montón de vidas paralelas en mi cabeza. No dejaba de imaginar el espectro de posibilidades que tendrían todos mis yo alternativos. Me obsesioné pensando en el desarrollo de la vida de personas que no deberían importarme un carajo. Me ahogué en problemas inexistentes, pasé noches sin dormir imaginando las elecciones múltiples de un yo hipotético, elecciones que seguramente nunca llevaría a cabo o que directamente eran imposibles de realizar porque solo eran sombras del pasado. Quería vivir tantas vidas que me olvidé de la realidad y todo se emborronó y cayó en picado. Sólo pude combatirlo con cinismo e insomnio, una vez me atreví a levantarme. Pronto, las copias, los hombres múltiples, los futuros posibles, fueron desapareciendo. Toda esa idea quedó enterrada al fin. Eliminé todo horizonte de expectativas. No habría más copias ilegítimas ni finales pactados.
Al final me importó una mierda el camino que tomasen los demás.
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